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En la extensión de Madagascar a la que sólo pueden llegar los pasos, las familias y los niños a cargo del padre Alexandre se enfrentan a una triste realidad. Sus tierras una vez fértiles están siendo devastadas por lluvias torrenciales, dejando atrás solo paisajes devastados y sin cultivos.

Estos niños, con sus rostros inocentes y ojos esperanzados, están creciendo en un ambiente difícil. Sus sonrisas, aunque frágiles, brillan como faros de esperanza en medio de la adversidad. Pero las cicatrices dejadas por el clima en su tierra son claramente visibles, dando testimonio de los desafíos que enfrentan a diario.

El padre Alexander, un hombre dedicado con un corazón compasivo, se esfuerza por brindarles un apoyo inquebrantable. Él es su pilar, su guía y su confidente, ofreciéndoles su amor y su consuelo en este mundo marcado por la angustia.

La tarea que le incumbe al Padre Alejandro es inmensa. Se esfuerza por encontrar formas creativas de ayudar a estas familias a satisfacer sus necesidades básicas. Juntos plantan las semillas de la esperanza, buscando soluciones duraderas para restaurar sus tierras empobrecidas. La agricultura se convierte en un acto de resiliencia, una batalla contra la naturaleza para recuperar la seguridad alimentaria que les ha sido arrebatada.

Gracias por su ayuda. ¡Gracias por ellos!
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